Carmen Vidal Salcedo, Secretaria General de UGT Almería
El famoso médico televisivo doctor House hizo célebre la frase que decía que todo el mundo miente. Si bien pudiera ser cierta esta rotunda afirmación, también es verdad lo que a todos, desde muy pequeños, nos han enseñado: que hay dos tipos de mentiras, las piadosas o perdonables, y las peligrosas o aquellas que pretenden transformar la realidad e, incluso, la historia.
Resulta
abrumadora la cantidad de informaciones, afirmaciones y declaraciones
que nos llegan a diario a través de los medios de comunicación o a
través de las redes sociales y que, si no nos molestamos en comprobar su
veracidad y las damos por ciertas, corremos el riesgo de vivir
engañados. Por eso, cuando oímos a algún personaje público hacer
determinadas declaraciones con tal vehemencia que nos parece imposible
que no sean ciertas, no nos queda otra, en este tiempo de mentiras, que
ponerlas en cuarentena.
Y
pongo un ejemplo que a muchas de nosotras nos ha revuelto las entrañas.
Hace unos días oímos a un representante de un partido político con
representación parlamentaria acusar a las 13 rosas de "torturar,
asesinar y violar vilmente". Estas 13 mujeres fueron fusiladas en la
madrugada del 5 de agosto de 1939 y tan solo cuatro de ellas eran
mayores de edad. Su fusilamiento se llevó a cabo en virtud de una
sentencia de un consejo de guerra que se celebró 48 horas antes por
"adhesión a la rebelión". Afortunadamente, algún periódico, entre ellos
"El País", y el propio autor del libro Trece rosas rojas (Temas de Hoy, 2004), Carlos Fonseca, dan
por rotundamente falsas las afirmaciones de este representante
político. Incluso la propia sentencia que las condenó en ningún momento
las acusa de torturar, asesinar o violar.
El
objetivo de mentiras como esta no es otro que hacer que parezcan una
verdad y dar solidez a algo que es verdadero humo. Nos ha tocado vivir
en la sociedad de la información en la que, en muchas ocasiones, no
existe una adecuación entre lo que se nos dice y lo que es, o fue, en
realidad; una sociedad en la que la producción de mentiras resulta tan
normal como la producción de comida rápida, una sociedad en la que hay
personas dispuestas a creerse lo que les digan, bien por comodidad, bien
por afinidad ideológica o porque sí.
Y
hay afirmaciones que, aunque de antemano sabemos que son mentira,
resultan especialmente perversas. A muchas de nosotras nos duele
profundamente que se utilice la mentira para mancillar la memoria de
tantas mujeres, conocidas o anónimas, cuyo único pecado fue luchar
contra un régimen totalitario en defensa de la libertad y la igualdad.
Por
desgracia, en la organización que represento conocemos muy bien el daño
que hacen las injurias y las calumnias. En numerosas ocasiones se ha
intentando desvirtuar la labor de miles de mujeres y hombres que durante
mas de 130 años han trabajado para conseguir una sociedad igualitaria y
justa.
Pero también, afortunadamente, y haciéndonos eco de la sabiduría popular, "las mentiras tienen las patas muy cortas".